Buscando paz espiritual y propósito en tu vida
El otro día leía acerca del fundador de una academia virtual que provee material de educación y asesoramiento escolar para niños y adolescentes. El decía que es un error del sistema de educación exigir solo un 70 al 80% al estudiante para seguir avanzando al otro nivel. Eso implica que cada vez que el niño avanza, un déficit de 20 al 30 % se va acumulando para perjuicio del estudiante. Luego el entendimiento se hace defectuoso para los próximos niveles de aprendizaje.
Una situación similar puede suceder con una persona cuando falla en comprender la naturaleza del pecado o tiene un entendimiento defectuoso de su condición pecaminosa. Fallar en comprender el pecado de Adán y sus consecuencias, nos llevará a tener una idea errada de nuestra existencia y peor aun, nublará toda noción de nuestra necesidad de un Salvador. Por el contrario, un entendimiento correcto del pecado es básico para comprendernos mejor y necesario para entender la vida en general y sobretodo para comprender las verdades bíblicas.
La biblia dice que las consecuencias del primer pecado pasó a toda la creación (Romanos 5:18) puesto que Adán era el representante de la raza humana (Génesis 3:1-19). A esas consecuencias en teología se le ha llamado el “pecado original”. Este incluye la culpa que se nos cuenta por ese pecado, es decir, somos tan culpables como Adán y dignos de condenación (Romanos 5:19). Además, esas consecuencias implican una corrupción que heredamos y que nos hace naturalmente enemigos de Dios. Nuestro corazón quedó afectado (Jeremías 17:9) y por eso se inclina siempre y sólo hacia el mal (Génesis 6:5).
Por fallar en entender estas verdades, muchas personas pasan la vida buscando consejeros o “coaches”, y otros hasta terapias y libros de autoayuda tratando de mejorarse o de cambiar el rumbo de sus vidas. Todo esto sin ningún provecho. En el mejor de los casos, algunos se acercarán a las iglesias, pero por no comprender su verdadera necesidad, la experiencia de congregarse puede que los ayude levemente, pero no conllevará cambios significativos a sus vidas.
Quizá estás leyendo este artículo y te identificas con lo dicho hasta ahora y buscas cambiarte o cambiar tu vida. Probablemente estás tratando de mejorarte o mejorar tu vida y por eso deseas, buscas o dices cosas como estas:
- Quiero cambiar mi vida
- Siento un vacío en mi corazón
- Anhelo paz espiritual
- Quiero encontrar propósito en mi vida
Estoy convencido que en la mayoría de los casos estas frases son genuinas y llegan después de tiempos de meditación o nacen del cansancio en la rutina o producto de la frustración de la vida y de tiempos difíciles. No obstante me gustaría ayudarte a identificar tus verdaderas necesidades detrás de estas emociones:
¿Sientes un vacío en tu corazón?
Eso es cierto y es bueno que entiendas que se trata del corazón. El corazón del hombre quedó despojado de su virtud original y ahora es, en palabras de Jeremías “engañoso y perverso” (Jer 17:9). Además es un corazón que no puede amar a Dios y disfrutar de él por que está endurecido por el pecado. En palabras del profeta Ezequiel es un corazón de “piedra”(Ezequiel 36:26). Es por eso que la única solución para ese vacío es transformarlo en uno completamente nuevo. Y el único que puede hacer eso es Dios sólo a través de Su espíritu cuando remueve el corazón de “piedra” y lo cambia por uno de “carne”. El corazón que Dios da, es sensible, dispuesto a seguirle, amarle y obedecerle, porque es un corazón que está lleno de Su amor (Romanos 5:5).
¿Quieres cambiar de vida?
La única manera de cambiar de vida es a través de un cambio en nuestra relación con Dios. Los hombres somos pecadores desde que nacemos y hemos vivido ofendido a Dios y violando Sus mandamientos. Como dije arriba, somos culpables y merecemos castigo. Pero la Biblia dice que el castigo por los pecados del pecador fue llevado por Cristo en la Cruz del Calvario. El cambio de vida no se produce a menos que el pecador se arrepienta de sus pecados y ponga su confianza solamente en Cristo para el perdón de sus pecados y así recibir el regalo de la vida eterna. La palabra arrepentimiento en los idiomas originales implicaban 2 ideas: Volverse a Dios y cambiar de mente. Mejor dicho, el arrepentimiento que debes procurar es aquel que incluye una cambio de mentalidad con respecto al pecado, una actitud de renunciar al pecado y una disposición de volverse a Dios. Es por eso que Jesús, Juan el Bautista, Pedro y Pablo llamaban a los hombres al arrepentimiento cada vez que predicaban (Marcos 1:15 & Mateo 3:2 & Hechos 2:38 & Hechos 17:30). Nunca habrá un cambio en tu vida, a menos que procures el arrepentimiento. Ese es el verdadero cambio.
¿Anhelas paz espiritual?
Recordando que en nuestro estado natural, es decir desde que nacemos, los hombres somos enemigos de Dios (Romanos 1:30 & Colosenses 1:21) y nuestro estilo de vida nos demuestra eso. Hacemos precisamente las cosas que son desagradables y ofensivas a Él. Es por eso que David decía que Dios aborrece a “todos los que hacen iniquidad”(Salmos 5:5). Esto nos presenta un cuadro hostil de una feroz guerra entre Dios y el hombre. Una guerra en la que los hombres no tenemos la más mínima posibilidad de ganar. La única manera de cambiar ese estado es cuando el pecador se arrepiente, sus pecados perdonados y así justificado delante de Dios. Pablo decía que “habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1). Esto quiere decir que sólo a través del sacrificio de Cristo podemos reconciliarnos y estar en paz con Dios. Esa es la paz que necesitamos y esa paz es la base para la paz espiritual que estás buscando. La paz con Dios es la verdadera y única paz.
¿Quieres encontrar propósito en tu vida?
Partiendo de que fuimos creados por Dios, es nuestro Creador quien decide cuál es Su propósito al crearnos. Dicho de otra manera, Dios es quien determina nuestro propósito en la vida. El profeta Isaías decía ” todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice” (Isaías 43:7 ). Pablo decía que Dios hace todas las cosas según su buena voluntad con el fin “de que seamos para alabanza de su gloria” (Efesios 1:12) y en otra parte también dijo que “todo fue creado por medio de él y para él” (Colosenses 1:16). Esto quiere decir que el fin principal del hombre o el propósito principal de nuestra existencia es que glorifiquemos a Dios. Glorificamos a Dios primeramente al recibir a Cristo y confiar únicamente en Su obra para el perdón de nuestros pecados; glorificamos a Dios cuando vivimos una vida de obediencia a Su palabra y lo glorificamos cuando lo reconocemos en todos nuestros caminos. Mientras vivas bajo esta convicción, ten por seguro que estarás viviendo en la voluntad de Dios y estarás cumpliendo tu propósito en la vida.
Invitación final
Si Dios te ha dado convicción de pecado a través de este escrito, reconoces que debes reconciliarte con él, y estás dispuesto ha abandonar tu pecado y seguir a Cristo, eso significa que el Señor ha comenzado una obra en tu corazón. Entonces te animo a que le pidas perdón a Dios. Arrepiéntete de tus pecados y pon tu confianza en Cristo. El prometió diciendo “al que a mí viene, no le echo fuera. (S.Juan 6:37). El también invitó a los hombres diciendo “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. (S. Mateo 11:28).
Corre a Cristo mi amigo y abraza esa cruz por qué en ella está tu salvación. Sólo por ella Dios se acerca a ti y tu puedes acercarte a Él. Corre a Cristo porque sólo él puede transformar tu vida, llenar tu corazón, darte la paz que necesitas y propósito a tu vida. Por Su sacrifice, un día estaremos morando eternamente con él en los cielos donde Dios mismo secará “toda lágrima” y en ese lugar no habrá más muerte ni dolor (Apocalipsis 21:4). Que bendita salvación. Que bendito Dios. ¡Grandes cosas ha hecho el Señor!
Busca una iglesia de sana doctrina cerca de tu casa y comienza a congregarte, busca un grupo de creyentes para que te ayuden en tu caminar cristiano, empieza a leer la Biblia, ora y comparte con otras personas la salvación que Dios te ha concedido.
Bienvenido a la familia de la fe.
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